ANALISIS DEL MIEDO EN EL DEPORTE.

OLA A TODOS, AQUI OS DEJO UN COMENTARIO DE ESTE JUGADOR QUE LA VERDAD ME PARECE ESTUPENDO QUE PROFESIONALES COMPARTAN EXPERIENCIAS CON TODOS NOSOTROS, APARTE DE LA RELIDAD DEL TEXTO QUE A MI PERSONANLMENTE ME PUSO LA PIEL DE GALLINA, ES PARA LEERLO Y PRESTARLE TODA LA ATENCIÓN.

IMANOL IBARRONDO/EX-FUTBOLISTA DE SESTAO, RAYO Y BARAKALDO (24 / 11 / 2009)

ANALISIS : MIEDO.

Año 1990. Camp Nou. Un sábado por la noche. Minuto 28. 'Dream Team' 5; Rayo Vallecano 0. Me dirijo a sacar por quinta vez el balón de la red cuando, desde el suelo y con lágrimas en los ojos, el portero me pregunta; «¿Imanol, cuántos nos van a meter?» Le acaricio la cabeza y sólo le digo, «tranquilo». No le respondo lo que pienso: «en 30 minutos nos meten 5, en 90 minutos... 15». En ese momento, una intensa sensación de pánico se apoderó de toda mi mente.

Ésta ha sido la prueba más palpable que he tenido del impacto devastador que causa la tensión emocional sobre la lucidez mental. Hoy en día sigo considerando aquel suplicio como el testimonio más claro del poder de las emociones para sofocar, e incluso paralizar, al cerebro. Hubiera pagado la ficha de 3 años por desaparecer en ese instante.

Es cierto que esta situación puede ser extrema y que la profesión de futbolista es muy gratificante, pero hay partidos, rachas o, incluso, temporadas enteras en las que el miedo es la emoción predominante.

En un escenario cada vez más competitivo, con más presiones, con más dinero, con más medios de comunicación, en el que cada partido se plantea como «el más importante», la angustia de enfrentarse a situaciones cotidianas como jugar un partido de fútbol, se revela como una emoción dominante en un futbolista.

Dice el escritor y divulgador científico catalán Eduardo Punset que la felicidad es, primordialmente, la ausencia de miedo. Considero que es diferente disfrutar de la profesión de futbolista que divertirse jugando. En el fútbol existe la eterna discusión sobre si un futbolista puede, o incluso debe, divertirse jugando. Personalmente yo casi nunca disfrutaba en los partidos. He llegado a la conclusión de que cuando no lo hacía era porque tenía miedo. Tenía miedo a fallar - en un pase (la pegaba larga), en un control (despejaba de primera), en un penalti (no los tiraba) - a tomar decisiones erróneas, a no cumplir las expectativas... Miedo a hacerlo mal, al qué dirán, a las críticas... En definitiva, miedo a la vergüenza.

En mi opinión, esto es lo peor que le puede pasar a un futbolista (y a cualquiera). El miedo te paraliza, te bloquea, te impide rendir en función de tus capacidades reales e inhibe tu talento.

El miedo hace que tu apariencia en el campo sea de falta de actitud, de indolencia, de pasividad, de poca motivación, de falta de implicación, lo que provoca mayores críticas, más pérdida de confianza... Y más miedo.

El miedo hace que te enfrentes a un partido como si fuera una amenaza en lugar de una oportunidad. Esa es la diferencia entre los que disfrutan del juego y los que se sienten tan responsabilizados (por el miedo) que no pueden disfrutar. Entre los que no tienen miedo, ni vergüenza y los que no lo pueden controlar.

Es muy distinto afrontar un partido desde el miedo a fallar y la vergüenza al qué dirán, que hacerlo desde el deseo de sentirse bien o de ganar. Como todo, también esto se puede y se debe aprender. Necesitamos trabajar para conseguir una autoestima equilibrada que nos permita descubrir y ser conscientes de cuáles son nuestras fortalezas, así como poder reconocer sin vergüenza nuestras limitaciones y debilidades.

Construir una autoestima equilibrada es un proceso laborioso que debe comenzar en las primeras etapas de formación ya que, una vez conseguido, podremos encarar con confianza nuestras limitaciones, sin miedo a fallar, porque seguiremos fallando (aunque menos veces), y tan solo nos quedará 'echar callo' para superar la vergüenza y el miedo. Hacer frente a nuestras escenas temidas (debilidades) en el terreno de juego nos permitirá poder reproducirlas y escenificarlas de nuevo en los entrenamientos para desarrollar respuestas eficaces que podamos aplicar en los partidos.

Recuerdo la primera vez que la pegué con la izquierda en un partido oficial de forma voluntaria y no condicionado por las circunstancias. Fue un pase de unos 30 metros, directamente al pecho de un compañero. ¿Qué sensación! Llevaba meses entrenando solamente con la izquierda y la satisfacción que me produjo ese pase fue increíble. Luego le pegué algunas más, fallé bastantes y acerté otras, pero ya no tenía miedo. La lástima era que ya tenía 31 años.

ESTOY SEGURO QUE HABREIS NOTADO EL MISMO PELLISCO QUE SENTI YO, PARECE MENTIRA LO QUE PUEDE LLEGAR HACER LA MERNTE.

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