AUTOCONTROL / SER O NO SER COMPETITIVO.....

Quedaban solamente tres jornadas de Liga y teníamos que ganar los tres partidos para ascender a preferente y asegurar la viabilidad del Club, que pasaba (pasábamos) por grandes problemas económicos. Jugábamos en Estación de cartama y, a pesar de ser el mes de Febrero, salió un día invernal, con mucha lluvia y un viento helado que te congelaba hasta los huesos.

Nos marcaron el primero nada más comenzar y el equipo acusó el gol de forma exagerada. Estaba muy tenso y, por la cabeza de cada uno de nosotros, comenzaron a pulular todo tipo de fantasmas, emociones y pensamientos negativos que nos bloqueaban, provocando continuos errores y pérdidas de concentración.

El trato del árbitro era espectacular y perdíamos 1-0 al descanso. Cuando entramos en la caseta, algunos discutían, otros gritaban y la mayoría estábamos con la cabeza baja, anticipando el inminente desastre que, inevitablemente, se iba a producir. La angustia, la frustración y el miedo eran las densas emociones que ocupaban todo el espacio. La ansiedad hacía que nuestra mente fuera a toda velocidad y nos viéramos ya hundidos, fracasados y con un futuro muy incierto. Una ola de fatalismo lo inundaba todo.

Un par de minutos más tarde, el entrenador entró en el vestuario. Todos esperábamos que se sumara de alguna manera al secuestro emocional que en ese momento se apoderaba del vestuario, cuando él, a la vez que alzaba los cuellos de su abrigo, dijo con toda calma y una sonrisa: "¡Joé. qué frío hace! ¿Le apetece a alguien un cafecito?".

Demoledor. El efecto que tuvo en el estado de ánimo del equipo fue definitivo. La capacidad que demostró en ese momento decisivo para controlar sus impulsos y permanecer tranquilo a pesar de las presión que todos sentíamos, supuso una liberación inmediata.

Solamente con una frase y una cálida sonrisa nos cambió la perspectiva de una misma realidad. Los oscuros nubarrones que presagiaban la catástrofe comenzaron a evaporarse, siendo sustituidos por una leve brisa de ilusión renovada, esperanza y optimismo. ¡Quizá todavía pudiéramos conseguirlo!

Esa capacidad de autocontrol, le ayudó también a pensar con claridad y hacer unas modificaciones tácticas que convirtieron la brisa en un huracán de confianza, juego y goles que nos permitió remontar y ganar el partido en la segunda parte. Una vez más, el control de las emociones marcó la diferencia entre el éxito y el fracaso. Ascendimos.

Cuando se habla de jugadores competitivos se está haciendo referencia al carácter. No es necesario tener la mirada del tigre, ni haber pasado hambre para ser competitivo, como se dice habitualmente. Sencillamente, se debe tener un buen nivel físico y técnico, entender el juego (que, como el valor en la mili, se supone) y, sobre todo, disponer de un elevado nivel de autocontrol.

A mí nadie me enseñó a manejar todas las emociones que se acumulan antes de jugar un partido, ni durante el transcurso de mismo y tampoco las de después, sobre todo, cuando vienen mal dadas. Que yo sepa, al jugador solamente le queda el recurso de la meadita del miedo antes de salir al campo. Posiblemente, con eso no basta. Esto también se puede y debe aprender.

Sé por experiencia que todo jugador que sale al campo desea ganar por encima de todo. Lo que está en duda son los recursos de que disponen para poder navegar en este torbellino de turbulencias emocionales que les abruma y, ante el cual, en muchas ocasiones, se sienten indefensos

La presión social que soporta hoy en día un futbolista de élite se ha incrementado de tal forma, que obliga a revisar los criterios de formación y entrenamiento de los jugadores, prestando especial atención a una formación integral que les dote de las herramientas y los recursos necesarios para reaccionar adecuadamente en las situaciones de crisis o de éxito. Es decir, de máxima exigencia.

Un jugador no se vuelve competitivo de la noche a la mañana. Es cierto que existen jugadores competitivos desde siempre por haber superado situaciones difíciles y complicadas en sus trayectorias personales o profesionales que les ayudaron a conseguir una fortaleza mental notable. Pero, como casi todo, se trata de un proceso de aprendizaje que se debe desarrollar a través de un entrenamiento sistemático en el que se trabajen las capacidades necesarias para conseguir este objetivo.

Si se puede entrenar y mejorar el golpeo con la izquierda o la resistencia de un deportista, ¿por qué no se va a poder mejorar su capacidad competitiva? Desde luego, resulta bastante más sencillo echar mano del tópico es que tal o cual no es competitivo que mostrarle el camino para que llegue a serlo.

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